Oficialmente ya llegó el mes de “Estresciembre”. Un mes de 31 días, pero con 11 cenas de fin de año, 17 brindis, 9 desayunos a título de “veámonos antes de las fiestas”, 4 platos que te tocan cocinar, miles de Santa Claus clonados por toda la ciudad, 3 amigos secretos para sorprender, todos los parientes para saludar y 5 colectas de juguetes para donar y tantas sorpresas como podamos comprar. Ya para cuando llega el día 25 se nos agotaron las horas, los saldos, el presupuesto, las ideas y la energía. Justamente para la celebración del año en que necesitamos estar bien y poder conectar emocional y espiritualmente con nosotros mismos y los demás llegamos abrumados. La sumatoria de eventos y pendientes, regalos y recetas, tarjetas navideñas y de crédito logran que lleguemos apurados, cansados y hasta insatisfechos porque hubiéramos querido lograr y abarcar más.
Lo irónico es que, en realidad, no hay matemáticas involucradas en la Navidad. De hecho, es un acontecimiento único, puntual y específico que se renueva una vez por año en cada uno de nuestros corazones de manera personal para que podamos recibir el mejor regalo. Ese de incalculable valor. Un regalo único e insuperable que envuelve el sentimiento humano por excelencia. Ese que todo lo abarca, lo contiene y lo puede de manera simple y extraordinaria a la vez: EL AMOR.
Jesús llegó al mundo sin lista de preparativos ni previo aviso. Sino no hubiera nacido a medio camino… Seguro que María y José hubieran preferido otras comodidades, lugares y cuidados para su fecha de parto. Pero fue en un pesebre del establo…
Esto me dice que desde toda la eternidad estuvo claro: Jesús no nació para enseñarnos sobre los números, cálculos, cantidades, porcentajes o proporciones de nuestras vidas. Pero sí nació para regalarnos la PLENITUD y TOTALIDAD DE UN SENTIDO DE VIDA.
Entonces ¿por qué nos estresamos justo para celebrar el día en que Él nació? Creo que, sin darnos cuenta, nosotros mismos nos boicoteamos con la constante mención y referente numérico de la cuenta regresiva. ¿O acaso no estamos ya todos repitiendo frases clásicas como “Increíble que ya estamos en Diciembre” o “Ya no falta nada para Navidad”? No niego que cerrar un año tiene lo suyo y es importante en lo personal, escolar y laboral. Pero no sumemos a lo que sobra. Saquemos la Navidad del calendario y del recetario, de los reportes y notificaciones, de las listas de pendientes y hojas de balance. Sé que no es fácil pero…
… Planeemos encuentros que no tengan precio y dejen un saldo positivo.
….Apostemos por los cambios de actitud y no de regalos.
… Mantengamos los códigos de respeto y no de barras.
… Tengamos en cuenta sin llevar la cuenta.
… Evitemos excesos de compra y la comparación. Invirtamos más en la comprensión y compasión.
Que lo que haya sea suficiente porque damos sin esperar y amamos sin medida. Cuando el inevitable frenesí nos alcance- que te aseguro que lo hará-, paremos la pelota y recordemos que lo que de verdad vale la pena no vale en pesos. Lo más valioso que podés regalar y regalarte esta Navidad son demostraciones de amor y espacios de encuentros verdaderos y sinceros. Tenelo siempre en cuenta y sumate: #NoEstresciembre.